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Por lo tanto, moderé la velocidad. Fué muy desagradable la sensaciòn que tuve cuando
constaté que los dos autobùs que me precedìan,y aquél que me flanqueaba, aminoraban
la marcha cuando también lo hacìa yo. Mientras aquél que se me acercaba por la espalda
no tenìa la menor intenciòn de frenar. Lo veìa en el espejo, siempre màs cerca, siempre
màs cerca, siempre màs cerca!
Fué en aquél instante que todo cambiò, o mejor.....todo...se invirtiò. Yo veìa, como en
una pantalla (una pantalla que no tenìa confìn, una pantalla en la cual y en algùn modo
yo estaba viviendo), los cuatros autobùs, un poco desde el alto. Veìa los dos adelante,
uno al lado del otro. E inmediatamente detràs a la izquierda veìa el tercer autobùs y a
la derecha mi auto, dentro al cual seguramente estaba yo. Y detràs de mi auto aquél
horrendo cuarto autobùs que se me venìa encima, sin que yo pudiese hacer nada.
Escribìa en la computadora pero, como tantas veces sucede a quien habia iniciado
a escribir en una computadora, no podìa salir de aquella situaciòn. Buscaba desesperadamente
la tecla “salir” o “anula” pero no encontraba nada de todo ello. Después vì el autobùs
que chocaba mi auto que se quedaba atravesado, salìa hacia la derecha, se levantaba
desde atràs, efectuaba diversas vueltas sobre si mismo y explotaba en una esfera de
fuego. Desaparecìa todo y sobre un fondo oscuro una ventana me decìa “Quieres hacer
otra partida? SI NO.
Puse el cursor sobre el NO e hice clic. Todo desapareciò. Y en aquél momento, me
desperté. Era totalmente bañado de sudor. Pensando a las dos desmesuradas cervezas
y al suculento plato bavarès y al estrudel, me venìa la nausea. Me alcé y fuì a la ventana.
Los techos blancos de Schwabing me parecìan casi como aquéllos de Parìs. Pensé a dìas
lejanos, a las mujeres con las cuales habìa venido a Munich, al tiempo que pasa inexorable.
Finalmente me calmé. Era sobre los peñascos y una càlida brisa lamìa mi piel acariciada
por el sol. Después era nuevamente en el auto, en la oscuridad, y viajaba hacia Munich
y delante de mi estaban dos gigantescos autobùs uno al lado del otro que aminoraban
la marcha y a mi lado estaba un tercero, a cerrarme el paso, y detràs un cuarto autobùs
que venìa sobre de mì a toda velocidad. Y no podìa, aùn escribiendo como un desatinado,
a encontrar la tecla “salir” o “anula” y nuevamente me sentìa en una calle sin salida sin
ni siquiera poder apagar la computadora, porque no lograba ver el interruptor. Finalmente,
después de la repeticiòn torturante del accidente, reaparece el escrito “Quiere hacer otra
partida? SI NO.
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Clicando sobre el NO me reencontré con la pesadilla. Terminado el accidente reaparece el
escrito y esta vez prové a clicar sobre SI. Me encontré en la cama, bañado de sudor. Basta,
me dije, tengo que alzarme.
Era al alba. Decidì de hacer una buena caminata liberatoria al vecino parque Englishen
Garten. Llegué al pequeño lago, giré a su alrededor, descendì por el parque hasta la
torre cina. Cuando retorné a el hotel era ya la hora del desayuno. Luego de haberlo
tomado decidì de partir. La computadora me esperaba. En poco tiempo llegué a la
frontera y entré en Austria pero la hermosa mañana de sol parecìa deteriorarse. Era
extraño. No es que el cielo tendìa a nublarse. No. Acaecìa algo de realmente inaudito.
La luz..... parecìa aquélla de la tarde, no obstante fuese la diez de la mañana. Y aùn màs,
la tarde se volvìa rapidamente noche. En el término de media hora me encontré en
plena noche y no sabìa ni siquiera si estaba recorriendo la ruta hacia el Paso del Brennero
o nuevamente aquélla hacia Munich. A un cierto punto me estremecì. Era en direcciòn
a Innsbruck. ¿Cuàndo habìa invertido la marcha? Y aquéllo que era peor, volvì a ver
nuevamente el autobùs blanco detràs de mì.
Dejé que todo se desarrollase segùn lo acostumbrado pero en el momento en el cual
me vì al externo de la escena, con los cuatro autobùs y mi auto delante y un poco bajo
de mì, tomè el ratòn (mouse) y punté con decisiòn sobre File. Apareciò el usual menù:
nuevo, abrir....salvar, salvar con nombre, estampar, salir. Punté su “salir” e hice clic.
Con inmenso alivio me encontré en direcciòn al Paso del Brennero y sin autobùs.
Me detuve en un parador, fuì al toilette, tomé un café, me puse al volante y volvì a partir.
A un cierto punto apareciò en mi espejo retrovisor un enorme camiòn, con la trompa
verde. El camiòn venìa a enorme velocidad y me sobrepasò. Sobreviene un segundo
camiòn, también éste a enorme velocidad, que me sobrepasò y se puso al lado del
primero. La trompa verde de un tercer gigantesco camiòn aparece en mi espejo retrovisor.
El camiòn se puso a mi lado mientras un cuarto camiòn se acercaba a una velocidad
descabellada.
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