Gianni Nigro

Villa Quercinettini


Tapa
Capitulo 1
Capitulo 3
Capitulo 2 – La casa de la glicina

Asì iniciò para Ned una estupenda aventura larga nueve años, con dos abuelos cariñosos a la màxima intensidad, una infinidad de primos que lo venìan a visitar y lo hacìan jugar, un gato ronroneante y adulone que a Ned en momentos de nerviosismo arañò màs de una vez, y... ah, yà, me olvidaba, estaban también l os padres de Ned, dos jòvenes verdaderamente simpaticos!
Ned transcurrìa las noches, antes y después de la cena, a observar con fascinaciòn los nombres de las ciudades de las estaciones de las radios de todo el mundo que estaban escritas sobre aquél rectàngulo de celuloide transparente y amarillo iluminado con misteriosas lamparitas internas.
Uno de los entretenimientos descabellado era el de correr a toda velocidad a través el interminable corredor para controlar si lo que se decìa en la radio de su padre que estaba en la pequeña cocina correspondiese a las palabras y a la voz que se oìa en la radio de su abuelo en la sala linda, donde, entre el olor de mufa y cuero, su abuelo se adormecìa a media mañana y después del almuerzo, a media tarde y después de la cena, con el gato encima de la panza y la radio encendida.
Muy precozmente Ned se habìa dado cuenta que al interno de la radio no existian pequeñas personas que hablaban y presumìa de entender de ondas electromagnéticas al punto de querer disquisir de igual a igual con su abuelo, profesor de matemàticas y fìsica del liceo clàsico de aquél puerto de mar. Pero dormìa casi siempre y olìa de pipì y entonces Ned replegaba sobre su viejo juego, correr de una punta a la otra de la casa para sentir la misma radio noticia en dos radios diversas.
Cenaban siempre escuchando el noticiero, que hablaba de revueltas, de carros armados, de guerras y su padre se enfurecìa. Se arrabiaba siempre, su padre, escuchando la radio. Luego se lamentaba porqué le venìa la colitis. Se arrabiaba cuando la radio hablaba del Canal de Suéz. Ned se preguntaba porqué fuese asì fijado con el noticioso si después se debìa arrabiar tanto.
A Ned después de todo la sigla musical del noticioso le hacìa venir la piel de gallina. Preferìa escuchar las canciones de San Remo con su madre y el gato y en general los programas musicales, aùnque si tenìa que discutir con el gato porque no soportaba sentir Tonina Torrieli y tentaba de tirar abajo la radio cada vez que la sentìa cantar.
La noche final del Festival de San Remo se reunìan todos en la sala linda, Ned y sus padres, sus abuelos, el gato y alguna prima o primo que estaba de paso, y que habìa venido a cenar con los abuelos. Al improviso sonò el timbre.
Este aparato estaba formado por: 1) una manija externa, 2) un larguìsimo alambre que desde la manija, recorrìa externamente el muro oblicuo hacia el alto, paralelamente a la baranda de l a escalera envuelta en la glicina, llegaba al rellano del primer piso y se metìa en un agujero en la pared para poder aguantar un resorte, una especie de ballesta, situada en el cieloraso del corredor, dentro de la casa; 3) una campanilla colgada al resorte que se movìa al tirar la manija.
Cuando la campanilla empezò a sonar, todos se miraron en los ojos, y el màs velòz a llegar al rellano fué Ned, pero todavìa no alcanzaba a tocar la otra manija, también ésta colegada a un alambre, que recorriendo al contrario el precedente recorrido, se conectaba a la cerradura de la puerta y provocaba la abertura.
Lo logrò en cambio su primo, uno de los màs grandes y robustos, que con un enérgico tiròn hizo mover el mecanismo. La puerta se abriò lentamente, en la oscuridad, porqué la lamparita se habìa quemado y no habìa dinero para comprar una nueva, y una sombra alta y oscura, encapotada, con un sombrero de alas anchas, se destacò en la oscuridad. También el abuelo de Ned habìa alcanzado el rellano y con tono entre preocupado y amenazante, gritò: ”Quién es, a ésta hora?”
“Soy yo! Max! El tìo Sandro! Soy tu hijo!”, respondiò una voz emocionada. Y mi abuelo era aùn màs emocionado que él. “Sandro! Max! Hijo mìo! Eres realmente tu?”
Y después vinieron grandes y prolongados abrazos que no terminaban màs. El tìo Max aprovechò a meter sobre sus hombros el pequeño Ned y esa fué para Ned la noche màs hermosa y feliz del año.

Continùa…..

Scogli, mare e navi alla fonda



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