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Sol de Medianoche en Cabo Norte NOCHES ARTICAS

Gianni nigro
Sol de Medianoche en la isla de Mageroya


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La primera vez que dormì en auto En Alemania, al confìn con Dinamarca, en el mes de junio ya es claro a las cinco de la madrugada. Una mañana me desperté verdaderamente harto de sentirme vinculado por los horarios de los hoteles.
Allà afuera ya brillaba el sol, la aventura, la vida!
Después del desayuno (como perder la degustaciòn de pescados de los mares del norte?!) se decide por una ràpida partida. A las siete y diez de la mañana ya estabamos en el auto.
Aquél dìa me sentìa como capturado de una extraña fuerza, que me empujaba a manejar a ultranza, con poquìsimas e indispensables paradas.
Hacia la noche (serìa mejor dicho a eso de las 20 de la presunta noche, visto que màs se va en direcciòn norte màs el sol se ve alto sobre el horizonte y no teniendo ninguna gana de bajar del auto) pensaba que la cosa menos inteligente serìa ponerse a buscar un hotel afanosamente.
Primero de todo ya era tarde, en esos dìas de plena vacaciones los hoteles en estas partes eran ya completos a las seis de la tarde. Màs aùn, los hoteles cerca de la ciudad de Oslo, son caros como el oro. Y este aspecto no es de descuidar.
En fin, como se podìa desperdiciar una noche asì encantada? El sol altìsimo en el cielo, los bosques de abedules, las flores de escandinavia a los costados de la ruta, las casas de leña de mil colores! Y la verdadera Noruega comienza al norte de Oslo, si queremos se podrìa decir, sin màs ni màs, después de Lillehammer.
Pero sì, adelante a ultranzas! Encontraremos donde dormir? No encontraremos? No habìamos hecho todo ese camino solo para dormir! Si es por eso, còmodo como el colchòn de casa no hay nada. Y entonces, vamos màs allà de Oslo, hacia el Polo Norte, como Amundsen, como Nòbile, sin dirigible pero con el cascajo que, por orgullo, querìa demostrar de saberse superar a si misma hasta el increìble.
Después de todo, durante aquella noche sin sombras, atravesamos el primer altiplano, aquél comprendido entre Dombås y Otta, descansando solo el necesario como para respirar a fondo el perfume de la Tundra, y llegamos a las espaldas de Trondheim. A las cuatro de la madrugada habìamos terminado el combustible. Nos paramos en la primera estaciòn de servicios. Por tanto cansancio encima no habìa hecho mucho caso a los otros autos presentes. Sì, eran varios, pero quién sabe, con aquélla luz podrìan haber ido a fotografiar los alces!
Y después de todo, parar en el estacionamiento de la estaciòn de servicio, a quièn podrìa dar fastidio? Ni siquiera se darìan cuenta que estabamos dentro del auto. Dicho y hecho. Algunos segundos màs tarde después de haber apagado el motor, ya me habìa sumergido en el reino de los sueños.
Al despertarme, tres horas màs tarde, me dì cuenta que en los otros autos estaban muchas personas que roncaban beatamente. Todos los escrùpulos que me habìan precedido al adormecerme habìan volado vìa.
En breve descubrimos que dormir en los estacionamientos no era una prerrogativa solamente de las casas rodantes. La casa rodante era una comodidad, naturalmente, pero muchos dormìan en el auto.
Y en tanto el sol sonreìa. No obstante no fuese jamàs ido a dormir bajo el horizonte!
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